Domingo 6 octubre 2019, 18h20'
Pronto oscurecerá.
Estamos colgados a 250 mts del suelo en medio del espolón del Gallinero, de una reunión confortable entre Pangea y Zarathrustra.
Desploma acusadamente. Bajo nuestros pies aire, solo aire.
Llevamos ya 8 horas de tralla. Hace rato que el cansancio atenaza nuestros maltrechos cuerpos.
Tato está inmerso en una batalla contra la pared. No le veo, un techo oblicuo nos separa.
La cuerda apenas avanza.
Algo ralentiza su progresión hasta detenerlo.
La atmósfera pesa.
Un grito rompe el silencio que nos envuelve:
Albert, No Ho Veig Clar!
(no lo veo claro)
Me acojono.
En veinte años de aperturas jamás, jamás, ¡jamás! percibí ni asomo de duda en la voz de Tato
5 interminables minutos de tensión. Luego quietud absoluta, opresiva, y un silencio tan denso que puede cortarse.
Esto pinta francamente mal.
Al principio sufría por la seguridad de nuestra exigua reunión.
Ahora me angustia la integridad de Tato.
Detenido por una barrera de roca pésima, mi colega escapa con una travesía horizontal de más de 15 metros hacia Zarathrustra. Suponiendo que consiga montar un relevo seguro, me acongojo al anticipar la trave que me aguarda
Toda espera se acaba. Mi turno.
Me preparo para afrontar el mal trago.
Empiezo a desmontar el largo. Una flor de pitones mediocre protege el factor-2 al principio de la reunión. La dejo más por miedo que por necesidad.
Dos Aliens y un buen Tótem aseguran una sección técnica y difícil, obligada (6c+++).
Sigo.
Ligera travesía por encima del techo, otro desplome a la derecha, y todo arriba por una leve fisura repleta de bloques dudosos durante 8 metros más. Un fisurero y dos clavos que abandono protegen la sección.
Alcanzo un C3 rojo por encima de varias "neveras" en equilibrio precario. De ahí, el recorrido huye horizontal, hacia la NADA.
No veo a Tato, pero la cuerda ya corre sin roce. Le percibo próximo.
La mochila que hizamos está enganchada bajo mis pies con nuestras chaquetas de pluma y los frontales. Tato tirita de frío.
Consigo deschapar el C3 sin alcanzarlo agarrado a dos piedras tamaño microondas que traquetean tanto como mis dientes. Observo como las cuerdas escapan hacia la derecha por detrás de bloques provistos de aristas más afiladas que los dientes de un tiburón. Lo abandono. Mi vida vale mucho más que un puto friend.
Me obligo a reponer mi SERENIDAD. No pienso caer aquí, y tampoco se romperá ningún canto traicionero.
Mis brazos se van hinchando. Bombeo adrenalina suficiente para resistir el esfuerzo.
Llego a un Totem verde y un alien triangulados en el mismo pedrusco. Desde aquí intuyo ya dos clavos a 2 metros en diagonal descendente por debajo de mis pies. Pinta a péndulo pero Tato me tranquiliza confirmando que aguantarán.
Consigo agarrarme al primer clavo.
Suspiro.
Reseteo el sistema: he ganado una vida más, no moriré hoy.
Oscurece.
Tato montó reunión a mitad del antepenúltimo largo de la Zarathrustra (7a/b), ruta conocida y bien asegurada. Desengancho la mochila. Plumas y frontales para recorrer estos largos con toda la noche por delante. No hay prisa. A las 21.15 hollamos cima.
Dos horas más tarde, Ester y Silvia nos esperan en la furgoneta con la cena preparada.
La vida sigue
y por Dios que lo celebro
El olvido nos permite vivir y superar traumas.
Regresamos a Ordesa bajo el influjo del "Estiuet de Sant Martí", un episodio de temperaturas extraordinariamente templadas aconsejan escalar en altura. Hace ya 4 años que tenemos un proyecto pendiente en el Espolón del Gallinero que me tienta en susurros cada vez que visito Ordesa.
El cuarto largo tiene miga, como todos los pares, de ahí que le toquen a Tato (legendaria mi habilidad para escoger). Inicio por un diedro incómodo aunque protegible en dirección a una especie de paso-chimenea a la altura del techo característico de la Zarathtrustra. El recorrido monta sobre enormes teclas de piano que sobresalen horizontales burlando la gravedad, encastadas con bloques y hojaldre. Fabuloso e impresionante. Los friends continúan protegiendo el largo. También totalmente limpio, como la reunión que montará Tato en otra repisa magnífica.
Atención: No hemos podido tirar los bloques y piedras que hubiéramos querido. El sendero que recorre la base del Gallinero, sobrefrecuentado en verano y en estas tardes de otoño, impedía una limpieza a fondo. Las piedras siguen ahí, una trampa esperando al incauto y a los paseantes que habitan en el otro mundo horizontal. Respetadlos.
Que no os engañe la propuesta de grado (6c+/7a). Es ABOminablemente difícil y con una exposición R4 en las condiciones actuales: 7a/b obligatorio.
Intentarla os proporcionará un carrusel de sensaciones.
Los escapes se complican a medida que asciendes, igual que el nivel del compromiso de los largos. Mejor cuanto más arriba, hasta alcanzar el clímax de la cima.
Mucha suerte.
Pronto oscurecerá.
Estamos colgados a 250 mts del suelo en medio del espolón del Gallinero, de una reunión confortable entre Pangea y Zarathrustra.
Desploma acusadamente. Bajo nuestros pies aire, solo aire.
Llevamos ya 8 horas de tralla. Hace rato que el cansancio atenaza nuestros maltrechos cuerpos.
Tato está inmerso en una batalla contra la pared. No le veo, un techo oblicuo nos separa.
La cuerda apenas avanza.
Algo ralentiza su progresión hasta detenerlo.
La atmósfera pesa.
Un grito rompe el silencio que nos envuelve:
Albert, No Ho Veig Clar!
(no lo veo claro)
Me acojono.
En veinte años de aperturas jamás, jamás, ¡jamás! percibí ni asomo de duda en la voz de Tato
5 interminables minutos de tensión. Luego quietud absoluta, opresiva, y un silencio tan denso que puede cortarse.
Transcurrido ese lapso de tiempo que percibo eterno, reanuda su progresión.
La cuerda avanza suave por mi placa aseguradora. Caen piedras. El cordino auxiliar se mueve hacia la derecha.
Esto pinta francamente mal.
Al principio sufría por la seguridad de nuestra exigua reunión.
Ahora me angustia la integridad de Tato.
Detenido por una barrera de roca pésima, mi colega escapa con una travesía horizontal de más de 15 metros hacia Zarathrustra. Suponiendo que consiga montar un relevo seguro, me acongojo al anticipar la trave que me aguarda
Toda espera se acaba. Mi turno.
Me preparo para afrontar el mal trago.
Empiezo a desmontar el largo. Una flor de pitones mediocre protege el factor-2 al principio de la reunión. La dejo más por miedo que por necesidad.
Dos Aliens y un buen Tótem aseguran una sección técnica y difícil, obligada (6c+++).
Sigo.
Ligera travesía por encima del techo, otro desplome a la derecha, y todo arriba por una leve fisura repleta de bloques dudosos durante 8 metros más. Un fisurero y dos clavos que abandono protegen la sección.
Alcanzo un C3 rojo por encima de varias "neveras" en equilibrio precario. De ahí, el recorrido huye horizontal, hacia la NADA.
No veo a Tato, pero la cuerda ya corre sin roce. Le percibo próximo.
La mochila que hizamos está enganchada bajo mis pies con nuestras chaquetas de pluma y los frontales. Tato tirita de frío.
Consigo deschapar el C3 sin alcanzarlo agarrado a dos piedras tamaño microondas que traquetean tanto como mis dientes. Observo como las cuerdas escapan hacia la derecha por detrás de bloques provistos de aristas más afiladas que los dientes de un tiburón. Lo abandono. Mi vida vale mucho más que un puto friend.
Me obligo a reponer mi SERENIDAD. No pienso caer aquí, y tampoco se romperá ningún canto traicionero.
Golpeo y ausculto cada presa. Avanzo por esta horizontal imaginaria. Alcanzo un Tótem morado de calidad. Respiro y me tranquilizo.
Mis brazos se van hinchando. Bombeo adrenalina suficiente para resistir el esfuerzo.
Llego a un Totem verde y un alien triangulados en el mismo pedrusco. Desde aquí intuyo ya dos clavos a 2 metros en diagonal descendente por debajo de mis pies. Pinta a péndulo pero Tato me tranquiliza confirmando que aguantarán.
Consigo agarrarme al primer clavo.
Suspiro.
Reseteo el sistema: he ganado una vida más, no moriré hoy.
Oscurece.
Tato montó reunión a mitad del antepenúltimo largo de la Zarathrustra (7a/b), ruta conocida y bien asegurada. Desengancho la mochila. Plumas y frontales para recorrer estos largos con toda la noche por delante. No hay prisa. A las 21.15 hollamos cima.
Dos horas más tarde, Ester y Silvia nos esperan en la furgoneta con la cena preparada.
La vida sigue
y por Dios que lo celebro
Ahora, desde la tranquilidad de mi oficina, constato que abrir rutas complejas sin taladro y sin hamaca te proporciona experiencias al nivel de las drogas psicotrópicas.
El exceso de exposición relega y amaga cualquier otro atributo, incluso la belleza de una ruta. Masticas miedo hasta embriagarte de adrenalina, y esa borrachera tapa, ofusca cualquier otra sensación.
Sábado 18 noviembre 2023, 8.30 am.
El exceso de exposición relega y amaga cualquier otro atributo, incluso la belleza de una ruta. Masticas miedo hasta embriagarte de adrenalina, y esa borrachera tapa, ofusca cualquier otra sensación.
Sábado 18 noviembre 2023, 8.30 am.
El olvido nos permite vivir y superar traumas.
Me sucedió con las Jorasses y ahora me ocurrirá con Ordesa.
Perjuré no regresar. Estoy dispuesto a pagar el precio.
Regresamos a Ordesa bajo el influjo del "Estiuet de Sant Martí", un episodio de temperaturas extraordinariamente templadas aconsejan escalar en altura. Hace ya 4 años que tenemos un proyecto pendiente en el Espolón del Gallinero que me tienta en susurros cada vez que visito Ordesa.
Cierto que volvimos entrando por Aurora para arañar los minutos indispensables pensando en reabrir ese maldito octavo largo, pero erramos y acabamos con las manos vacías.
Hoy planeamos remprender nuestra ruta original desde abajo, vivaquear en la quinta reunión, una repisa magnífica que compartimos con Zarathrustra.
Porteamos material, sacos y comida cargados como mulas.
Empezaré el primer largo de Zarathrustra, para mí siempre incómodo.
El segundo largo comparte inicio con la vía antigua hasta desviarse por tierra de nadie.
Reunión limpia montado sobre un bloque empotrado en forma de cabeza de hacha, aérea y fotogénica, tan sonora como un instrumento de percusión.
Tercer largo, este sí, exclusivo de nuestro nuevo itinerario. Todo limpio. Roca de calidad, fisuras magníficas y mucho patio. No ando fino. El escenario impone. Alcanzo mi antigua reunión de lujo provista de un clavo, y le añado otro para izar el petate cómodamente.
Mi quinto largo surca aguas más tranquilas, con el decorado de la Fraucata como fondo.
Algo de navegación y olfato hasta alcanzar, al límite de las cuerdas, la magnífica repisa-vivac donde coincidimos con Zarathrustra provisto de un bolt y un puente de roca.
Aquí dormiremos, no sin antes escalar el sexto fijando las cuerdas para acortar la jornada de mañana.
Del octavo largo no hay fotos. Estuve demasiado tenso asegurando al colega, pendiente de una reunión que primero juzgué suficiente. Erré: Mientras Tato lidiaba con los primeros 8 metros de ese octavo largo sin haber podido emplazar seguro alguno, bueno o malo, percibí la vulnerabilidad de nuestro exiguo relevo.
A futuros repetidores les aconsejaría alargar el séptimo largo hasta alcanzar un emplazamiento para buenos friends del 0,3 y 0,4 a unos 8 metros de R8, y de allí bajar a role7.
Este último largo hay que afrontarlo con ganas y determinación.
La piedra siempre dudosa, el ambiente embriagador y la incertidumbre de los emplazamientos enervan tu cuerpo hasta agarrotarlo. Vibras de primero. Tiemblas de segundo.
Probablemente volveremos, también sin máquina como nuestras 3 tentativas previas. Pero esta vez le propondré a Tato entrar por Zarathrustra y ahorrarme el trance.
Ordesa sin taladro tiene sus reglas.
No puedes escoger el recorrido con mejor roca. La posibilidad de asegurarte dirige el itinerario de forma tiránica, incontestable. Nos ha forzado dos veces al escape horizontal.
Con 4 o 5 expansiones hubiera salido una ruta más bella, más directa.
No Ho Veig Clar! es tremendamente intensa, con aroma de café oscuro
La ruta, de incontestable elegancia y belleza, tiene suficientes tramos de hojaldre, bloques y piedras removibles para proporcionar eso que tanto anhela nuestra moderna sociedad: Aventura o miedo en el argot escalador.
Atención: No hemos podido tirar los bloques y piedras que hubiéramos querido. El sendero que recorre la base del Gallinero, sobrefrecuentado en verano y en estas tardes de otoño, impedía una limpieza a fondo. Las piedras siguen ahí, una trampa esperando al incauto y a los paseantes que habitan en el otro mundo horizontal. Respetadlos.
Que no os engañe la propuesta de grado (6c+/7a). Es ABOminablemente difícil y con una exposición R4 en las condiciones actuales: 7a/b obligatorio.
Intentarla os proporcionará un carrusel de sensaciones.
Los escapes se complican a medida que asciendes, igual que el nivel del compromiso de los largos. Mejor cuanto más arriba, hasta alcanzar el clímax de la cima.
Mucha suerte.
Quien se zampe el largo clave que recuerde a Dante
Dejad, los que aquí entráis, toda esperanza
D.Alighieri , El Infierno
D.Alighieri , El Infierno